
Cuando era pequeña, mi mundo se basaba en unas rutinas tan claras que era imposible no ser feliz. Iba al colegio. Veía a mis amigas. Los viernes por la tarde jugaba en el parque de debajo de mi casa y los fines de semana al campo.
Y mi mundo se reducía a unas pocas calles, a mi barrio, que para mí eran las suficientes.
De adolescente, mi mundo se hizo más grande y Valencia era donde yo deseaba que todo pasara, todo. No había nada más grande que vivir aquí. Y la suerte de haber nacido y crecido en una ciudad tan maravillosa. Y las fallas. Que era una fiesta bonita. Era la mejor fiesta que podía haber en el mundo. ¿cómo alguien podía ir a ver unos toros? ¿o cómo se entendían unas fiestas sin algo material que se viera por las calles?
Se juntaban los cinco sentidos
ojos: la parte del artista hecha realidad
oídos: cantidad de petardos voceando con fuerza
olfato: el olor inconfundible de la pólvora
gusto: los buñuelos de mi abuela
tacto: siluetas de ninots puestos a exposición
Pero eso pasó...
Me hice mayor.
Y mi mundo se convirtió en unas ciudades más lejanas a Valencia. Madrid. Los Ángeles. Londres. París. Roma. Amsterdam. Bruselas.
Ahora sigo en mi barrio. El de toda la vida. Donde por mi ventana sigue estando el parque en el que tantas y tantas veces he estado jugando y paseando a Han.
Y ahora siento que ni siquiera mi barrio ya es mio. Ni tengo una ciudad de residencia.
El mundo siento que puede estar en mis manos.
Y todo queda cerca...
ON THE RADIO: "Pequeña criatura"-Ismael Serrano
...en mi afán de recopilación y ordenación, reordeno también mi mente...